martes, 25 de noviembre de 2014

El Femicidio Nuestro de Cada Día.

Por Julieta Luceri. Abogada Universidad Nacional de La Plata.-

Hoy es Noelia. Hace unos meses fueron Melina, Nicole… Hace un año Ángeles… y antes Sandra, Micaela, Bárbara, Susana, Marisol, Soledad, Otoño… y la lista sigue. Interminable. De cualquier lugar del país, de todas las clases sociales. Los femicidios se multiplican, se copian, se reproducen. A veces varían los métodos, la saña. Con premeditación, con alevosía. Con violación. Con abuso. Criminis causa. En concurso real. Con o sin denuncia previa. Todos con la misma finalidad. Silenciarlas. Callarlas. Suprimirlas. Borrarlas. “No existís”, “Sos mía y si quiero te mato” “Seguí jodiendo y vas a ver lo que te pasa, a vos y a tus hijos” “Nadie te va a ayudar y nadie te va a escuchar, sos una puta”.  
A estas situaciones de violencia, y tantas otras más, se ven sometidas cientos de mujeres  y niñas diariamente. Pero no alcanza con la muerte. Aún después de que su vida les es arrebatada, las víctimas sufren el acoso y el juzgamiento social: “Y que querés, no estudiaba, no trabajaba, salía todos los días”. “Si la perseguían dos tipos, seguro que en algo andaba…”. “Las chicas de ahora salen con cualquiera, no se cuidan.” “Cómo se le ocurre irse del boliche con esos flacos”. Como se le ocurre elegir. Como se le ocurre ser libre. Como se le ocurre decir NO.
El femicidio, como expresión mas extrema de la violencia machista, los golpes, toda la violencia físicamente ejercida, son la cara visible de la violencia de género. Es el hecho objetivo, innegable e indiscutible. Pero previamente, y aún a posteriori, hay miles de formas de violencia de las que son víctimas las mujeres, y en las que tienen que ver en gran medida, los medios de comunicación y las redes sociales. Los primeros, en cuanto a su rol como entes proveedores de información y formadores de opinión, y los segundos, como medio masivo de expresión de una comunidad, en un tiempo y un lugar dados.
Así, nos encontramos ante estas “microviolencias” (y a veces no tan “micro”), mediante las cuales se va tejiendo una red de contención, una especie de complicidad y encubrimiento, a veces casi inconsciente,  de este aberrante delito. El rol pretendido para la mujer por la sociedad patriarcal se encuentra tan fuertemente arraigado en el colectivo social, que estas microviolencias están naturalizadas. La mayoría de las personas no las cuestiona, y es mas, se suma a ellas, perpetrándolas.
Basta recorrer las distintas publicaciones online sobre el caso de femicidio del día (lamentablemente), para saber de lo que estamos hablando. No solo en cuanto a redacción o bajada de línea de algunos artículos periodísticos, sino también, y específicamente, en los comentarios que los usuarios hacen sobre los mismos.
Allí puede verse la violencia de género en su mas “inocente” expresión. Una defensa clara y precisa del sistema patriarcal socialmente impuesto, fiel reflejo de la idiosincrasia de la sociedad en la que vivimos. Se justifica al agresor, mediante el cuestionamiento de la mujer víctima.  Así las mujeres y niñas son discriminadas y estigmatizadas, una y otra vez, sólo por el hecho de ser mujeres. No sólo son víctimas de femicidio, sino que luego, (y acá si depende muchas veces de la condición social que tenían), son cuestionadas por su estilo de vida, por sus actividades, juzgadas por sus fotos, sus perfiles en las redes sociales, su trabajo, para finalmente, ser responsabilizadas por su propia muerte y el acoso recibido, y desdibujando el verdadero motivo de estos femicidios: su condición de mujeres.
De esta manera, se corre de eje al culpable del hecho. Pocas veces se repudia o cuestiona al femicida o al violento.
 Y esto es lo que a mi parecer, debiera ser el punto de partida para revertir la situación de alarma y emergencia que se vive hoy en la Argentina con relación a la violencia contra las mujeres. Es preciso poner el eje en analizar la problemática con un enfoque de perspectiva de género. Sólo así, puede visibilizarse correctamente, y a partir de allí, propender a un cambio de los roles desiguales y culturalmente impuestos, entre hombres y mujeres.
Es por ello que nuestro objetivo apunta a la resignificación de estos estándares, para lo cual consideramos que la herramienta básica es la educación.
Debemos comenzar por identificar el problema como tal, con plena consciencia de que si bien nos enfrentamos a premisas y posturas machistas que se encuentran naturalizadas de larga data, aún es posible el cambio, si tomamos plena consciencia de que las mismas han sido culturalmente forjadas, y son por lo tanto, pasibles de cambio y transformación.
He aquí nuestra tarea, nuestro aporte. Desde la crítica, la deconstrucción, el cuestionamiento incisivo y constante, nos proponemos derribar estas estructuras desiguales, y contribuir a la conformación de nuevos roles  desde un plano de igualdad. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario