miércoles, 7 de enero de 2015

El término “pornovenganza” se impone socialmente para naturalizar al efectivo “Acoso Virtual”

Por Dra. Marina Benítez Demtschenko. Abogada. Universidad Nacional de La Plata.-

    En la práctica, este término ha adquirido trascendencia para identificar a una de las versiones de lo que supone el mundo del acoso virtual. El tormento psicológico está presente de la misma manera, la vejación a la intimidad también. La razón de por qué no debe quedar ceñido a tal denominación, radica en su entidad: no es venganza, como si se tratara de un comportamiento reflejo de otro anterior. Es violencia de género. Las razones para no subestimar ningún caso, a continuación.-


     En el marco del estudio de conductas violentas online, se ha rotulado cotidianamente como “pornovenganza” a la difusión de imágenes y videos de contenido íntimo a través de las redes sociales, en manos de una ex pareja y contra la propia persona retratada en dichos archivos. Usualmente se lo atribuye al despecho nacido del corte de la relación y al odio posterior del “abandonado” contra la mujer que toma la decisión final. Ya son varios los casos que han trascendido a nivel mundial de hombres que han resultado procesados y condenados en virtud de la comisión de esta agresión, y por tal se ha entendido la existencia de un delito detrás de la supuesta acción “retributiva” de daño.
     No es menor poner de resalto que en el entendimiento de la “venganza”, tenemos a “la acción dañosa dirigida a uno o más individuos en respuesta a una acción que fuera considerada errónea”; asimismo la RAE la define como “la búsqueda de una satisfacción por el daño o agravio recibido”. Es curioso que a una conducta tan injuriante como la exposición íntima de una mujer ante miles de usuarixs en una red social cualquiera, se la reconozca como una “reprimenda” por el resto de lxs usuarixs. También destaco la idea de “satisfacción” esperada, siempre que la misma radicará en la humillación de la mujer, o la conculcación de derechos como la libertad, la imagen, la intimidad y la propia seguridad.
        Empero, sí puede encontrarse una identificación atinada del concepto de “venganza” y el de “violencia de género” si atendemos a la etimología de aquélla: proviene del latín “vindicare” que es una derivación de “vindex”: “vi” = “fuerza”; “index” = “señalar”. O sea: “demostrar fuerza”, o lo que podemos también entender como “demostrar PODER”.
         Aquí es donde se justificaría en principio la aplicación cotidiana de dicho término, pero en el presente artículo la idea es justamente desterrarlo: hay un elemento primordial para entender que la “pornovenganza” deviene en una forma insuficiente para la identificación de la conducta delictiva que se impetra, y machista por sobre todo. Este elemento es “la acción previa” que supone que la víctima realizó, motivando una suerte de “reacción” por parte del agresor.
          El acoso virtual es el comportamiento perpetrado a través del mundo online –principalmente de las redes sociales- por el cual el agresor –encubierto bajo el anonimato-, divulga o difunde sistemática e irrestrictamente a otrxs usuarixs (o simplemente pone a disposición de lxs mismxs), información sensible de otra persona, sin su consentimiento – a veces incluso sin su conocimiento-, a los efectos de procurar una exposición íntima de la víctima tal, que limita no sólo su desenvolvimiento en el mismo mundo virtual sino también en su vida real. Esta violencia psicológica es tan influyente y poderosa, que la víctima no sólo no encuentra manera de protegerse de tal acecho y efectos sino que repercute en ella de manera directa en su rutina dado que es muy alto el porcentaje de casos en que la mujer expuesta es reconocida visualmente y/o interrogada y/o abordada por este asunto en el marco de su día a día efectivo.-
    Entonces puede simplemente hablarse de una “venganza” (y por tal, “merecida”), cuando la supuesta motivación hubiere radicado en odio, enojo, furia o desprecio porque la agredida decidió darle fin a una relación? Cómo puede justificarse una conducta violenta de una dimensión tan monstruosa incluso si la mujer hubiera efectuado otro tipo de comportamientos “más lesivos” del orgullo de su agresor (por ej: una infidelidad)?
      Nos paramos entonces en el eje de la temática, y es muy importante que la base sea entendida por lo que es: la “pornovenganza” es una conducta con asérrimas notas de violencia de género, incluso hasta en su misma denominación. El sistema patriarcal y machista fundamentará -hasta su completa abrogación-, que una mujer deba soportar ciertos embates por ejercer su libertad (sexual, de pensamiento, de tránsito, de identidad, de conciencia, de expresión), incluso cuando la violencia sea desmedida y con efectos tan expansivos que pueda conducirla a una completa alienación social, como ocurre hoy con las víctimas del acoso virtual. El mismo espíritu machista se descubre en las reacciones complementarias de estos casos, que se perciben inmediatamente ante su salida al conocimiento público: “la mujer se tomó fotografías, así lo quiso; se dejó filmar, le gustó jugar con fuego; la víctima no es tal si se prestó -o mismo proporcionó su voluntad- (ni hablar si lo propuso!) a exponerse desnuda o en situaciones de intimidad con alguien.” (Léase: en el marco de una relación íntima, no es necesario en un cartelera teatral). La condena social parte del cinismo patriarcal contra la mujer: siempre e indefectiblemente, alguna culpa tenemos en la violencia que contra nosotras se ejerce.-


       Es necesario el cambio de paradigma y el reconocimiento del acoso virtual como un delito y de ninguna manera puede ser asimilado a “retribución”, “merecimiento” o “reacción” por comportamiento alguno. La violencia de género no sólo se perpetra por quien inicia esta humillación y menoscabo psicológico, anímico y emocional sino también en la red, por cada unx que ve a esta conducta, como pasible de atribuírsela –en alguna medida-, a la víctima.- 


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Y la justicia dijo “Todos libres”: Caso Melina Romero.

Por Jesica Rodriguez. Licenciada en Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata.-

 Una vez más la impunidad de la justicia argentina en casos de violencia sexista que terminan en femicidios es la que da la nota, una vez la justicia argentina con la liberación de todos los detenidos por el femicidio de Melina Romero, invita a pensar en el desamparado, en la soledad en las que deja  a miles de mujeres que sufren violencia de género si los resultados terminan siendo como los de este caso, sin detenidos.
Pareciera que para la Justicia de nuestro país no basta con una menos. Ya no es suficiente que muchas argentinas día a día aparezcan asesinadas.
Una vez más, esos padres y madres, como Ana María, madre de la joven, deberán esperar que la justicia por sus hijas asesinadas llegue, quizás de la mano de la providencia divina…
Melina Romero fue hallada muerta el 23 de septiembre de 2014, en un arroyo cercano al predio de la CEAMSE de José León Suarez, un mes después que su madre realizara la denuncia por la desaparición de la adolescente que había ido a festejar su cumpleaños el 24 de agosto y que nunca más regresó.
Por la muerte de Melina fueron detenidos en principio tres hombres mayores, conocidos mediáticamente como el “Pai” Cesar de 44 años, Joel Fernández, de 18 años, alias "Chavito"; Elías "Narigón" Fernández, de 20; y un menor de edad (16 años) apodado “Toto”.
Todos, dos meses después recuperaron su libertad por falta de mérito y porque la Justicia consideró que no había elementos suficientes para que continuaran detenidos.
A lo largo del proceso, la investigación por el femicidio de la joven se basó en el testimonio de una amiga, conocida por los medios como “Melody”,  testigo de lo que ocurrió esa noche con Melina.
Nunca la Justicia utilizó otros elementos de investigación que trataran de dar cuenta que ocurrió con ella esa noche. Las pericias al lugar, al cuerpo de la joven, la recolección de material en los lugares donde se habría cometido el asesinato, la declaración de los acusados, no fueron suficientes para esclarecer el caso.

Verdad: A melina la mataron
Explicar por qué se produjo su muerte es algo que nos debe la Justicia, pero sucede todo lo contrario.
 Fue esta misma justicia que encarceló a cuatro personas a mediados del año pasado y  que dos meses despues toma la decisión de liberarlas. La misma que hoy no encuentra acusados ni sospechosos , la misma que se basó solo en un testimonio que al principio parecía sosten de la investigación pero que con el paso del tiempo fue perdiendo asidero.  La misma justicia que no recabó en otros elementos, en otros testigos que pudieran aclarara el femicidio de Melina porque no los hay, porque no quieren o porque no los tienen.
La investigación parece dejar un mensaje desesperanzador: nadie mató a Melina Romero. Lo cierto es que a ella la drogaron, violaron y golpearon hasta alcanzar su muerte por negarse a participar de una “fiesta sexual” con los acusados.

… Mientras intentaba darle un cierre a este articulo, la voz del periodista en la tele me advertía de la aparición de otra mujer muerta. Se trata de la adolescente  Lola Chomnalez, quien se había ido de vacaciones con su familia a las playas de Valizas, costa de Uruguay y que se encontraba desaparecida desde hacía dos días; pero que finalmente es hallada muerta en un pozo de arena en inmediaciones de la costa uruguaya.
 …Al principio los sospechosos de su muerte son su madrina y la pareja de esta última, que pocas horas después recuperarán su libertad por falta de pruebas. Más tarde la justicia busca a otro sospechoso, un hombre, de entre unos 45 y 50 años sospechado de la muerte de la joven, según testimonios de vecinos de la zona que lo vieron con Lola.
Mientras tanto, el Municipio de Rocha, partido de la cuidad donde fue hallada muerta la joven, muestra preocupación por la pérdida turística que podría acarrearle al lugar la difusión de la muerte de la joven. Convencidos de que es un caso de “violencia de familias argentinas” parecen mostrar indiferencia ante semejante hecho.

 La violencia contra las mujeres no tiene distinción de color, posición social o país. Forma parte de esta sociedad patriarcal y machista del sistema capitalista en el que convivimos, por lo tanto es mundial. En Uruguay también mueren mujeres.


2015 comenzó una vez más con un nuevo número en los diarios, ¿cuándo le pondremos fin a la violencia contra nuestras madres, tías, abuelas, hermanas, primas, amigas, novias, esposas, amantes por ser lo que son y por querer ser como quieren?: mujeres y libres.

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